martes, 7 de agosto de 2007

LOS LÍMITES DE LO INFLAMABLE


En el barrio en el que crecieron las niñas pequeñas en vez de jugar con barbies, jugaban con los barbitúricos de sus hermanos mayores. Sin embargo, a pesar de haber estado rodeados de un ambiente de vandalismo latente, el historial criminal de los Flaming Lips siempre estuvo limpio; por lo menos antes de convertirse en estrellas de rock.
Psicodélicos, extravagantes, fetichistas y hasta pirómanos extremos: esta banda formada en South West, Oklahoma, ha desafiado todos los limites de lo kitsh hasta haberse forjado una imagen propia. Si bien es cierto que han querido parecerse a Janes Adiction y hasta han sido los imitadores oficiales de The Bud Hole Surfers, con el paso del tiempo los Lips han pasado ya de copiones a copiados.
Un status que han alcanzado en parte gracias a la ausencia completa del sentido del ridículo: apostando por una puesta en escena repleta de disfraces, confeti y sangre de mentiras. Y es que ver a los Flaming Lips encima de los escenarios resulta todo un acto hipnótico, sobre todo para aquellos que se dejan llevar por sus letras optimistas que hablan de muerte y decepción.
Porque si una cosa tiene esta banda, es que son unos verdaderos supervivientes. Salidos directamente desde la Nación Alternativa, esta formación ha sido una de las pocas bandas grunge que no sufrió un corte digestivo con la fama de los noventas.
Es más, el impulso del nuevo milenio les ayudó a redefinir su sonido. En parte gracias a la complicidad del cantante, guitarrista y fundador, Wayne Coyne, con Steve Drozd, el hombre orquesta de la banda (piano, batería y guitarra). Una química que ha estado presente desde She Don’t Use Jelly, el primer gran single de los Lips, hasta la actualidad. Una sociedad que empezó cuando los Flaming Lips ya contaban con varios álbumes en su espalda y que con la llegada de Steve como baterista sirvió para abrir horizontes musicales hasta ese entonces inexplorados por la banda.
Y es que si bien Coyne ha sido el gran motor de los Flaming Lips, Drozd aportó con su llegada un torrente de melodía, que se refleja claramente en sus arreglos detallistas de piano y guitarra, muy parecidos a las pinceladas que engrandecen las mejores obras de arte.
Unos arreglos que han demostrado todo su potencial con la salida al mercado de álbumes como Yoshimi Battles the Pink Robots y At War with the Mystics, en los que la personalidad excéntrica de la banda se hace más evidente: tanto en estudio, como en vivo.
Sin embargo, toda esa locura es la que en el fondo más adeptos les ha conseguidos a estos músicos, que en concierto han logrado atesorar momentos históricos, como cuando tocaron en el Zoo de Oklahoma o por ejemplo, el ya habitual paseo por el público de Wayne Coyne dentro de una burbuja de plástico, en la que el cantante se sumerge de lleno entre las manos de la multitud.

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