sábado, 7 de mayo de 2011

El Jazz ardiente de Kansas City


Antes de morir Charlie Parker le hizo jurar a su mujer que no lo enterraría en Kansas City… sin embargo, su cuerpo terminó en esta ciudad, fue llevado en un cortejo lánguido por la ciudad a la que había jurado nunca volver. Era un símbolo, la culminación de toda una época del jazz que había dado como fruto final a ese monstruo de la música que dejó boquiabierto a más de uno y que torció las rutas de esta música para siempre. En ese entierro, no sólo se despidió a Bird, se despidió a todo el Jazz de Kansas City-Missouri.

Cuando se habla de ciudades del jazz, siempre están New Orleans, Chicago, Nueva York, sin embargo, se olvida esta ciudad del medio oeste de los Estados Unidos en donde floreció entre la permisibilidad y la lejos de la prohibición, toda una escuela de jazz basada en un ritmo más potente y en la improvisación. Entre la segunda y la tercera década del siglo XX, llegaron a Kansas City, músicos de todas partes para ganarse la vida, en largas noches y duelos épicos, lejos de partituras y formalismos. En esta ciudad se reunieron una serie de condiciones favorables: trabajo continuo, aislamiento, libertad, espontaneidad, concentración de talentos y falta total de presiones comerciales y policiales.

Durante la depresión económica floreció en Kansas City, gracias a la permisibilidad de su gobernador, Tom Pendergast una vida nocturna alimentada por todo: alcohol, juego, apuestas, drogas, prostitución y como no, para darle vida y ritmo a este coctel: jazz y blues. Los músicos conseguían trabajo fácil y alimentaban de sonidos a la ciudad las 24 horas, las sesiones de improvisación empezaban en los locales en donde los jazzistas tocaban a su antojo sin ningún tipo de reglas y terminaban al medio día siguiente en los asaderos de pollo.

En Kansas City, se formaron los Blue Devils, dando paso después a la legendaria orquesta de Count Basie, en donde además del pianista y director, estaban a la cabeza del ritmo el baterista Jo Jones y al contrabajo Walter Page. El solita estrella, Lester Young, encontró en esta orquesta un refugio para su música melancólica y personal, redefiniendo el sonido del saxo tenor. Tocaban todas las noches en el Reno Club, en donde se abarrotaban para escucharlos, bailar con su música y si alguien tenía suerte, poder probar sus dotes como músico improvisando a la par de los presentes. Por la ciudad deambulaba otro gran saxofonista, Ben Webster.

Una de las noches legendarias de Kansas City fue cuando Webster y Young, vencieron el estilo dominante de tocar saxofón, imponiéndose en duelo de improvisación que duró toda una noche, al mejor saxofonista de ese entonces Coleman Hawkins; este terminó dejando su puesto a Webster en la orquesta de Fletcher Henderson y se condenó al auto exilio durante unos cuantos años en los que estuvo vagando por Europa, luego cuando regresó a Estados Unidos, se empeñó en encontrar a Young para volver a retarlo en otra larga noche de saxofones beligerantes, en donde no hubo vencedor. Ya estaba Bird sobrevolando por ahí.

Una vez fue expulsado del gobierno Pendergast, a mediados de los años 30, la vida musical de Kansas se vino abajo y el poder quedó en manos de un grupo de moralista que fue clausurando la vida nocturna de la ciudad. Se cerraron los lugares de juego y apuestas, los burdeles y de paso la nueva administración cerró los clubes nocturnos donde se había tocado el jazz de Kansas City durante 13 años. Censuraron toda una época, prohibieron y acabaron con la vida nocturna. En ese entonces la orquesta de Count Basie ya había abandonado la ciudad y sólo quedaba Charlie Parker, que pronto se iría a lavar platos a Nueva York y cambiar todo el lenguaje del jazz junto con la nueva generación de boppers. Cuando su cuerpo volvió a Kansas City, ya nada quedaba de ese jazz forjado en largas noches de improvisaciones solemnes.

jueves, 10 de marzo de 2011

CAÍN Y ABEL DAVIES


El rock puede resultar a veces fraternal, otras en cambio, fratricida. La competencia entre hermanos adquiere nuevas dimensiones cuando de por medio se interpone el ego y la gloria. Por eso los hay que recurren a todo tipo de artimañas con tal de llevarse el mayor número de aplausos, como si estuvieran peleando por el cariño de su madre. The Kinks, la banda liderada por Ray y Dave Davies, es un claro ejemplo de hasta dónde pueden llegar el apetito insaciable de los celos. Incluso cuando se trata de hablar bien el uno del otro, lo único que sale de sus bocas son elogios envenenados.
Solo así se puede leer en entre líneas a lo que Ray Davies se refería cuando afirmaba <>. No en vano, a pesar de que Ray compusiera la mayoría de éxitos de la banda, fue Dave el que dio con el riff de You Really Got Me que los terminaría catapultando a la fama. Una salvaje sucesión de acordes que para su tiempo, 1964 (un año antes del Rubber Soul de los Beatles, dos antes del Aftermath de los Rolling Stones, uno antes de My Generation de The Who), resultaba demasiado adelantada.
Eso explica en parte porque la música de los Kinks está pasando en estos momentos por un nuevo renacer, con las nuevas generaciones descubriendo canciones como Lola, Waterloo Sunset, A Well Respected Man, Stragers y This Time Tomorow. Las cuales por cierto, Ray ha vuelto a grabar junto a otros artistas de talla internacional entre los que se encuentran Springsteen, Bon Jovi, Billy Corgan o Metallica. Lo curioso es que el título de este álbum recopilatorio es See My Friends, una ironía teniendo en cuenta que dentro de su concepto de amistad no entra una de las primeras personas con la que compartió techo: su hermano.
Los problemas entre Ray y Dave vienen de antaño y lo peor es que con el tiempo han ido escalando. Hasta el punto en el que Dave ya ni siquiera habla con su hermano, al que califica de persona enferma, más allá del trastorno bipolar que le diagnosticaron. Según el menor de los Davies, ni la fama, ni el dinero han hecho que su hermano Ray se olvide de su principal objetivo: humillarlo y torturarlo. En ese orden. La lista de episodios que demuestran esta teoría es larga. Una vez, después de que Dave sufriera un infarto, Ray llegó hasta a fingir estar enfermo, con tal de que su hermano no se llevara toda la atención.
Claro que el episodio que más trascendió ocurrió en el aniversario número 50 de Dave. Cuando a Ray no se le ocurrió otra mejor idea que aplastarle la torta de cumpleaños a su hermano. Un insulto doble, no solo por haber aguado la fiesta, sino porque Ray se había ofrecido a pagar los gastos del convite. No por buena gente, más bien porque él tenía el dinero y su hermano no. Considerando que las regalías de los temas de la banda pertenecen solo a Ray. Desde entonces, cualquier esperanza de reunión de los Kinks se ha evaporado. Dave preferiría no ver ni un solo centavo de lo que representaría una posible gira, antes de prestarse a ser objeto de las vejaciones de su hermano. O al menos tendría que pensárselo mucho. Por en cuestiones de dinero no hay nada que se interponga, ni siquiera la familia.


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