lunes, 19 de octubre de 2009

En el cruce de caminos

Según la leyenda en el cruce de caminos de la Autopista 61 con la 49, en Clarksdale, Robert Jonhson le vendió su alma al diablo a cambio de la capacidad de tocar la guitarra como nadie. Durante esa noche fue engendrado el Rock.


Cross road blues

Cross road blues

I went down to the crossroad
fell down on my knees
I went down to the crossroad
fell down on my knees
Asked the lord above "Have mercy now
save poor Bob if you please"
Yeeooo, standin at the crossroad
tried to flag a ride
ooo ooo eee
I tried to flag a ride
Didn't nobody seem to know me babe
everybody pass me by
Standin at the crossroad babe
risin sun goin down
Standin at the crossroad babe
eee eee eee, risin sun goin down
I believe to my soul now,
Poor Bob is sinkin down
You can run, you can run
tell my friend Willie Brown
You can run, you can run
tell my friend Willie Brown
(th)'at I got the croosroad blues this mornin Lord
babe, I'm sinkin down
And I went to the crossraod momma
I looked east and west
I went to the crossraod baby
I looked east and west
Lord, I didn't have no sweet woman
ooh-well babe, in my distress


Pero como el diablo no es santo, y por lo tanto no puede hacer milagros, lo que la leyenda no cuenta es que Robert estuvo durante por lo menos dos años encontrando y creando su estilo. Todo empezó cuando a sus 18 años la vida le dio un revés definitivo, se murió su mujer dando a luz al que hubiese sido su primer hijo. Así que cansado de que no le tomaran enserio como bluesman, decidió regresar en busca de sus raíces al pueblo en donde había nacido, Hazlehurst – Mississippi. Allí logró vivir del amor de una mujer viuda y rolliza. La enamoró y garantizó su existencia, para dedicarse a su verdadera obsesión, tocar la guitarra.

Empezó yendo casi todas las noches a casa del principal músico del pueblo, Ike Zinnerman para aprender los trucos con los que engendraría su estilo. De vez en cuando se le vio recogiendo algodón, pero sobretodo pasaba el día escondido en un lugar del bosque, golpeando su guitarra, repitiendo una y otra vez las canciones y cosas que había sustraído de la lección nocturna y anotando canciones en un cuaderno. Cuando estuvo preparado comenzó a presentarse los sábados en la noche en los bares del pueblo, en donde cada vez era mejor aceptando, hasta decidió que era el momento y se escurrió por la carretera para comenzar a alejarse y no regresar jamás.

Su obsesión por la guitarra había empezado a los 7 años, cuando dejaba a un lado las faenas campesinas para perseguir a los principales músicos de la zona: Willie Brown y Son House. El primero le tenía cariño e intentaba enseñarle, el segundo lo despreciaba porque no soportaba su forma de tocar, decía que cuando tenía la guitarra en las manos lo único que sacaba era un ruido espantoso. Por eso cuando Jonhson se los volvió a encontrar unos años después y los sorprendió con su estilo, Son House decidió que tenía que haber hecho algún pacto con satanás para tocar la guitarra de ese modo y fue difundiendo la leyenda.

Jonhson empezó a vagar por los pueblos del Mississippi y luego de todo el sur de Estados Unidos. No satisfecho siguió la ruta del norte y las grandes ciudades, Memphis, San Louis, Chicago, Detroit, Nueva York, pasos fáciles, incluso llegó hasta Canadá. Nunca lo volvieron a ver quieto en un lugar, era lo que se consideraba un “Rolling Stone”. Su vida se convirtió en un deambular constante y sin un destino preciso. Dormido o despierto, durante el día o la noche, con resaca o cansancio, para adelante o para atrás, tomaba el primer tren que se atravesaba en el camino, como si huyera de algo.

Todo consistía en llevar su música y sorprender a los diferentes públicos. Su mano de dedos largos y delgados, su guitarra que sonaba como si fueran dos, su voz que podía cambiar de formas, sus ojos fijos que miraban como poseídos, era incapaz de quedarse en un solo lugar. Entre noviembre de 1936 y junio de 1937, grabó 29 canciones, algunas con dos tomas, que junto con dos fotografías, son el único testimonio que tenemos de su paso por este mundo.

A medida que la carretera se lo empezó a tragar, su personalidad se fue haciendo más esquiva y extraña, empezó a desentenderse de todo, viviendo cada vez de un modo más frenético. Si no bebía un solo trago, permanecía en un rincón, solo, en silencio. Cuando empezaba a beber, se comportaba como un demonio maniático y sin previo aviso huía del lugar en el que estaba tocando. Una mujer aquí una mujer allá, como si estuviera en una carrera por desprenderse de todo. Cualquier canción que escuchaba podía tocarla, no importaba el tipo de música. Eso si, protegía con mucho recelo de la mirada de todo el mundo su estilo y sus trucos, no quería que nadie le copiara. No dejaba que observaran su manera de tocar la guitarra, como si se tratara de un secreto sagrado. Quería ser en su música y lo sacrificó todo por ella, hasta su alma.

Ese deambular absurdo se convirtió en su modo de vida, y si decidía que quería quedarse en un pueblo unos días, ya tenía un modus operandi: elegía a una mujer solitaria no muy agraciada, la seducía y se iba a vivir con ella. Garantizaba comida, cariño, cuidados y un lugar estable al cual siempre volver. Y como esto no podía durar para siempre en Three Forks, un estadero de carretera, cometió el error. Se enrolló con una mujer casada, vigilada por su marido celoso, que no era nada más ni nada menos que el dueño del local.

Un sábado en el que el Three Forks estaba lleno, recibió una botella de whisky destapada, el músico que esa noche tocaba con él se la quitó de las manos y la reventó contra el suelo.
- Tio, nunca bebas de una botella que está abierta. No sabes lo que pueda tener dentro.
- Tio, nunca vuelvas a tumbar una botella de whisky que esté en mis manos.
Así que trajeron otra botella y nadie le impidió beber. Era una buena noche, había fiesta y todos estaban bailando, nadie se dio cuenta cuando Robert tuvo que dejar de cantar, la armónica y la voz de su acompañante le encubrieron. De un momento a otro simplemente dejó la guitarra a un lado y salió, estuvo el resto de la noche y los otros tres días que le quedaban de vida delirando su envenenamiento. Murió el martes 16 de agosto de 1938, a sus 27 años, (coincidencia, la edad en la que también murieron Hendrix, Janis y Morrison) y fue enterrado a un lado de la carretera, como si se cumpliera lo que profetizo en su canción, Me and ther Devil blues:

You may bury my body
Down the highway side
Baby, I don´t care where you bury my
Body when I´m dead and gone
You may bury my body, ooh
Down by the highway side
So my old evil spirit
Can get a Greyhound bus and ride

Han intentado atraparlo y le han inventado todo tipo de lápidas, tumbas y monumentos a lo largo del delta del Mississippi. Pero parece que su espíritu se fugó en uno o varios autobuses, o mejor en lo que tenemos de su guitarra y su voz, que son la llama que alienta el rock.