domingo, 22 de noviembre de 2009

UNA HISTORIA ALTERNATIVA



Algo estaba cambiando en la escena musical estadunidense cuando el director Cameron Crowe escogió Seattle para rodar Singles. En ese entonces, a principio de los noventas, el grunge estaba a punto de explotar. Discos como Nevermind de Nirvana, Badmotorfinger de Soundgarden, Ten de Pearl Jam o Dirt de Alice in Chains, salieron durante el rodaje de esta película. En ese momento nadie podía haber predecido el éxito aclaparador que tendrían estás bandas, hasta el punto en el que el grunge poco a poco terminó desbancando al heavy metal.
El año 1991 fue un año de transición. Si bien el viejo estilo rockero mantuvo su estatus mundial gracias entre otros a Guns N’ Roses con su Use Your Ilusion I y II, fue el sonido de Seattle el que estableció las bases de su revolución. Pero como en todas las revoluciones, sus artífices terminaron pagando por su éxito. Soundgarden se separaría, Pearl Jam entraría en el oscurantismo, Nirvana perdería a Kurt Cobain y Alice in Chains a Layne Staley.
Precisamente, de estas bandas, tres participaron del proyecto de Crowe en Seattle. No solo aportando su música, sino también ejerciendo de actores. Eddie Vedder, Stone Gossard y Jeff Ament se encargarían de interpretar el papel de los fracasados músicos de la banda del vocalista, mientras que Chris Cornell haría un pequeño cameo en una que otra escena. Por otra parte, Alice in Chains aparecía haciendo el papel de sí mismo, interpretando dos temas en vivos. Uno de ellos, Would?, que pronto terminaría en convertirse en uno de los temas más importante del grupo.
Desde luego que no es de extrañar que Crowe haya acertado escogiendo a estos músicos para salieran en la película, cuando todos eran desconocidos a nivel nacional y mundial. Si hay algún director experto en música, ese es Crowe, quien empezó a brillar en el mundo del espectáculo como periodista de la revista Rolling Stone. Crowe ya había publicado para Creem y para Circus, cuando Ben Fong Torres, editor de la Rolling, lo reclutó. En ese momento apenas tenía quince años y en corto periodo de tiempo lograría entrevistar a celebridades como David Bowie, Bob Dylan, Led Zeppelin, Alman Brothers, Eric Clapton y Neil Young.
Pero eso fue en la prehistoria. A finales de los ochentas Crowe ya había cambiado del todo el mundo del periodismo por el del cine, pero sin olvidarse de la música como eje de sus películas. Singles por ejemplo llegaría a incluir canciones que de alguna manera u otra marcaron a Seattle. Desde Hey Joe, interpretada por Jimi Hendrix, el guitarrista más famoso que ha producido esa ciudad, hasta un sonido más reciente, por no decir más moderno, como es el de Overblown de Mudhoney.
Sin embargo el núcleo musical más significativo dentro de esta banda sonora estaría ligado al pasado y futuro de Soundgarden y Perl Jam. Dos bandas que desde un primer momento se han apoyado mutuamente y que inclusive han llegado a fusionarse. Para la historia quedarán las sesiones de Temple of the Dog, una banda formada con elementos de las dos agrupaciones y cuyo sencillo más recordado sería Hunger Stirke en la que se puede escuchar a Vedder y a Cornell repartiéndose las estrofas.
Este proyecto nacería de un homenaje que el cantante y el baterista de Soundgarden le hicieron a Andrew Wood, cantante de Mother Love Bone, quien comenzando la década de los noventa moriría a causa de una sobredosis. Un suceso que también influiría sobre el fututo de Pearl Jam, ya que dos de sus miembros, Gossard y Amment, pertenecían a la banda de Wood, que terminó desintegrándose con la muerte de éste.
Cameron Crowe también se acordaría de esta formación en Singles, incluyendo Chloe Dancer/ Crown of Thorns como parte del antiguo testamento del grunge. Una verdadera joya en la que queda patente la combinación de armonía y agresividad que marcaría el sonido de Seattle y su clara oposición por lo banal. Todo un contrates con los valores que había elevado el Heavy Metal, con su despilfarro de cuero y de laca.
Otra de las atracciones de la banda sonora sería la primera versión de Spoonman de Soundgarden, la misma que años más tarde terminaría convirtiéndose en todo un éxito y que fue concebida exclusivamente para esta película. Chris Cornell partiría de este demo para incluirla en el álbum Superunknown. Además de esta canción también resulta interesante la colaboración de bandas de fuera de Seattle que terminarían resultando fundamentales en el grunge. Es el caso los Smashing Punkins, quienes utilizaron esta película como aparador de su tema Drown o el de REM, que aunque no pertenezca por completo a esta corriente, terminaría empacando sus maletas para establecerse en Seattle, igual que cuando Mozart cambió Salzburgo por Viena en busca de la verdadera libertad.

lunes, 19 de octubre de 2009

En el cruce de caminos

Según la leyenda en el cruce de caminos de la Autopista 61 con la 49, en Clarksdale, Robert Jonhson le vendió su alma al diablo a cambio de la capacidad de tocar la guitarra como nadie. Durante esa noche fue engendrado el Rock.


Cross road blues

Cross road blues

I went down to the crossroad
fell down on my knees
I went down to the crossroad
fell down on my knees
Asked the lord above "Have mercy now
save poor Bob if you please"
Yeeooo, standin at the crossroad
tried to flag a ride
ooo ooo eee
I tried to flag a ride
Didn't nobody seem to know me babe
everybody pass me by
Standin at the crossroad babe
risin sun goin down
Standin at the crossroad babe
eee eee eee, risin sun goin down
I believe to my soul now,
Poor Bob is sinkin down
You can run, you can run
tell my friend Willie Brown
You can run, you can run
tell my friend Willie Brown
(th)'at I got the croosroad blues this mornin Lord
babe, I'm sinkin down
And I went to the crossraod momma
I looked east and west
I went to the crossraod baby
I looked east and west
Lord, I didn't have no sweet woman
ooh-well babe, in my distress


Pero como el diablo no es santo, y por lo tanto no puede hacer milagros, lo que la leyenda no cuenta es que Robert estuvo durante por lo menos dos años encontrando y creando su estilo. Todo empezó cuando a sus 18 años la vida le dio un revés definitivo, se murió su mujer dando a luz al que hubiese sido su primer hijo. Así que cansado de que no le tomaran enserio como bluesman, decidió regresar en busca de sus raíces al pueblo en donde había nacido, Hazlehurst – Mississippi. Allí logró vivir del amor de una mujer viuda y rolliza. La enamoró y garantizó su existencia, para dedicarse a su verdadera obsesión, tocar la guitarra.

Empezó yendo casi todas las noches a casa del principal músico del pueblo, Ike Zinnerman para aprender los trucos con los que engendraría su estilo. De vez en cuando se le vio recogiendo algodón, pero sobretodo pasaba el día escondido en un lugar del bosque, golpeando su guitarra, repitiendo una y otra vez las canciones y cosas que había sustraído de la lección nocturna y anotando canciones en un cuaderno. Cuando estuvo preparado comenzó a presentarse los sábados en la noche en los bares del pueblo, en donde cada vez era mejor aceptando, hasta decidió que era el momento y se escurrió por la carretera para comenzar a alejarse y no regresar jamás.

Su obsesión por la guitarra había empezado a los 7 años, cuando dejaba a un lado las faenas campesinas para perseguir a los principales músicos de la zona: Willie Brown y Son House. El primero le tenía cariño e intentaba enseñarle, el segundo lo despreciaba porque no soportaba su forma de tocar, decía que cuando tenía la guitarra en las manos lo único que sacaba era un ruido espantoso. Por eso cuando Jonhson se los volvió a encontrar unos años después y los sorprendió con su estilo, Son House decidió que tenía que haber hecho algún pacto con satanás para tocar la guitarra de ese modo y fue difundiendo la leyenda.

Jonhson empezó a vagar por los pueblos del Mississippi y luego de todo el sur de Estados Unidos. No satisfecho siguió la ruta del norte y las grandes ciudades, Memphis, San Louis, Chicago, Detroit, Nueva York, pasos fáciles, incluso llegó hasta Canadá. Nunca lo volvieron a ver quieto en un lugar, era lo que se consideraba un “Rolling Stone”. Su vida se convirtió en un deambular constante y sin un destino preciso. Dormido o despierto, durante el día o la noche, con resaca o cansancio, para adelante o para atrás, tomaba el primer tren que se atravesaba en el camino, como si huyera de algo.

Todo consistía en llevar su música y sorprender a los diferentes públicos. Su mano de dedos largos y delgados, su guitarra que sonaba como si fueran dos, su voz que podía cambiar de formas, sus ojos fijos que miraban como poseídos, era incapaz de quedarse en un solo lugar. Entre noviembre de 1936 y junio de 1937, grabó 29 canciones, algunas con dos tomas, que junto con dos fotografías, son el único testimonio que tenemos de su paso por este mundo.

A medida que la carretera se lo empezó a tragar, su personalidad se fue haciendo más esquiva y extraña, empezó a desentenderse de todo, viviendo cada vez de un modo más frenético. Si no bebía un solo trago, permanecía en un rincón, solo, en silencio. Cuando empezaba a beber, se comportaba como un demonio maniático y sin previo aviso huía del lugar en el que estaba tocando. Una mujer aquí una mujer allá, como si estuviera en una carrera por desprenderse de todo. Cualquier canción que escuchaba podía tocarla, no importaba el tipo de música. Eso si, protegía con mucho recelo de la mirada de todo el mundo su estilo y sus trucos, no quería que nadie le copiara. No dejaba que observaran su manera de tocar la guitarra, como si se tratara de un secreto sagrado. Quería ser en su música y lo sacrificó todo por ella, hasta su alma.

Ese deambular absurdo se convirtió en su modo de vida, y si decidía que quería quedarse en un pueblo unos días, ya tenía un modus operandi: elegía a una mujer solitaria no muy agraciada, la seducía y se iba a vivir con ella. Garantizaba comida, cariño, cuidados y un lugar estable al cual siempre volver. Y como esto no podía durar para siempre en Three Forks, un estadero de carretera, cometió el error. Se enrolló con una mujer casada, vigilada por su marido celoso, que no era nada más ni nada menos que el dueño del local.

Un sábado en el que el Three Forks estaba lleno, recibió una botella de whisky destapada, el músico que esa noche tocaba con él se la quitó de las manos y la reventó contra el suelo.
- Tio, nunca bebas de una botella que está abierta. No sabes lo que pueda tener dentro.
- Tio, nunca vuelvas a tumbar una botella de whisky que esté en mis manos.
Así que trajeron otra botella y nadie le impidió beber. Era una buena noche, había fiesta y todos estaban bailando, nadie se dio cuenta cuando Robert tuvo que dejar de cantar, la armónica y la voz de su acompañante le encubrieron. De un momento a otro simplemente dejó la guitarra a un lado y salió, estuvo el resto de la noche y los otros tres días que le quedaban de vida delirando su envenenamiento. Murió el martes 16 de agosto de 1938, a sus 27 años, (coincidencia, la edad en la que también murieron Hendrix, Janis y Morrison) y fue enterrado a un lado de la carretera, como si se cumpliera lo que profetizo en su canción, Me and ther Devil blues:

You may bury my body
Down the highway side
Baby, I don´t care where you bury my
Body when I´m dead and gone
You may bury my body, ooh
Down by the highway side
So my old evil spirit
Can get a Greyhound bus and ride

Han intentado atraparlo y le han inventado todo tipo de lápidas, tumbas y monumentos a lo largo del delta del Mississippi. Pero parece que su espíritu se fugó en uno o varios autobuses, o mejor en lo que tenemos de su guitarra y su voz, que son la llama que alienta el rock.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Tres caminos hacia el fin

La llegada de los 70´s significó el final de la era hippie en muchos aspectos, no sólo la separación de los Beatles, sino la muerte de algunas leyendas sonadas: Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison. Sin embargo, poco se habla de sus últimos álbumes, de la música que nos dejaron y que de cierta manera significa el cierre del ciclo iniciado por la contracultura, que se hundida en el peso de su propio desencanto y que por la ley del mercado pasó a convertirse en la cultura.

Estas tres figuras llevaron hasta el límite su propia filosofía y fueron el sacrificio de lo que predicaban, el exceso, la vida al límite, la necesidad de probarlo todo, la creatividad, la psicodelia, la soledad, la muerte. Aunque no se puede negar que detrás de todo también estuvo la presión de la industria musical (en el caso de Jimi y Janis) y de la incomprensión. En el caso de Morrison, llegar al límite da la parodia de sí mismo y la necesidad de replantearse su vida, ese final (The end) tan anhelado que siempre lo acompañaba y perseguía, se lo llevó. En el caso de los tres no podía ser de otra forma, la necesidad de una muerte trágica para cerrar su leyenda romántica.
En sus últimos discos se veía un poco de la madurez alcanza que es el paso adelante para iniciar un nuevo ciclo. En el caso de Jimi Hendrix es un poco difícil decir cuál fue su última grabación debido a que le encantaban las improvisaciones, grabar varias tomas y realizar distintas pruebas (se dice que grabo el tema Gipsy Eyes 43 veces). Tomaremos como despedida su último disco editado en vida, Electric Ladyland (1968), en donde al fin pudo experimentar de la forma en que quería, haciendo versiones larguísimas de Voodoo Child y llevando a cuantos músicos se le iban cruzando en el camino al estudio para que improvisaran junto a él. Este caos en las grabaciones, llegó a desesperar su entonces representante Chas Chandler, hasta el punto de que renunció. Chandler, había sido el que había lazando la carrera del guitarrista, cuando lo escuchó tocar en vivo en el Café Wha, y decidió llevarlo a Londres y formarle una banda para que hiciera su música.

Por otro lado, el fin de los 60´s encontró a Janis, perdida, flotando en su propio satélite, coctel de sexo, drogas y vacio, más sola que nunca. Sus fans nunca le perdonaron haber abandonado a su grupo Big Brother, por hacer caso a sus representantes que decían que los músicos que componía a la banda carecían de talento y estaban frenando su desarrollo como cantante. Se consideró que había traicionado su filosofía hippie para caer en los trucos del mercadeo. Dígase lo que se diga, no se puede negar que Pearl (1971), su último álbum refleja todo su estilo, esta más cargado de blues y tristeza que ninguno, muestra toda su fragilidad, desamparo, rabia, su sexualidad y desazón. En este disco se encuentra una de las canciones que se han convertido en un himno del rock, Me and Bobby MCGee y cuyo coro, como se dice, lleva implícito el epitafio de la cantante y de toda su época: “Freedom is just another word for nothing left to lose” (que yo lo traduzco como: la libertad no es más que otra forma de decir nada que perder).
Janis reinventó su propia belleza, con una personalidad explosiva llena de energía y furor, además de algunas gotas de amargura y dulzura; lo contrario a la gordita llena de granos que la hizo sentirse una rechaza en la escuela. En la escena hippie apareció con sus disfraces estrafalarios y su sexualidad libre, cargada de frases provocadoras como: “canto como si estuviera follando y follo como una forma de liberación”. Sin embargo, esa libertad sexual no deja de reflejar esa soledad y falta de entendimiento que le dan los tintes lastimeros y dramáticos a su imagen con frases como “en el escenario le hago el amor a 25.000 personas y luego me voy a casa sola”, entre más daba menos recibía, toda su entrega y su angustia, su vulnerabilidad y dolor se ven ahí reflejados.
Hendrix por su parte vio atosigado su talento y sus ganas de experimentar por una serie de presiones externas. Por un lado mercantiles, de seguir con formulas comerciales y por otro lado políticas, los grupos de auto afirmación negros lo presionaban para que tomara un actitud más combativa, aunque él se declaraba apolítico y que no veía ninguna diferencia entre los colores de la piel. Estas presiones y su imposibilidad de decir no, lo fueron acorralando y lo metieron cada vez más en su propio mundo. Se sumergió en el estudio, lejos de ese ambiente, buscando salir en las improvisaciones, reventando su rabia en distorsiones, en sonidos amplificados y efectos eléctricos.
Por su parte Morrison, una vez conseguido el éxito y los dólares con lo que habían soñado junto con Ray Manzarek cuando decidieron formar The Doors, prefirió alejarse de un estrellato que se deshacía en la nada como un meteorito. Cansado de unos espectáculos en vivo que habían roto con la capacidad de improvisación escénica que había mostrado en un comienzo, para culminar con la imagen patética de un Dionisio que se arrastraba borracho y que no conseguía otra forma de atraer y chocar al público que mostrar su pene (que quizá era parte de su filosofía de provocación y de romper los límites). Sin embargo, el chistesito le salió caro y el puritanismo norteamericano aprovechó para caerle encima y estuvo a punto de parar en la cárcel. Esta persecución legal llevó a que replanteara su carrera; no cayendo como Janis en los trucos de la industria, que lo invitaron a abandonar la banda y formar una nueva con músicos más experimentados, a lo cual Morrison contesto con un rotundo No; si no preparando su despedida.


El último álbum de The Doors, L.A Woman (1971) muestra su estilo correoso lejos del exceso dramático de los otros discos y retornando a las raíces bluseras. Demuestra la madurez que da paso al fin de una etapa, como se puede ver en la carátula del disco en donde aparece un Morrison barbudo. Varias de las canciones ya van sonando a despedida, por ejemplo el estribillo de Been down so long, que dice: “he caído tan bajo que a mí me parece como si estuviera arriba, porque no, ustedes, gente, me dejan libre”. Una vez grabado el disco Morrison decidió darle un vuelco a su vida, alejarse de la parafernalia del mundo del espectáculo y pasar desapercibido en Paris, dedicándose a escribir sus poesías, como tanto había esperado, aunque no pudo escapar del fin.
Jimi Hendrix murió el 18 de septiembre de 1970, ahogado en su propio vómito después de consumir un exceso de barbitúricos. Janis Joplin, casi un mes después, el 4 de octubre de 1970, por exceso de heroína. A Morrison lo encontraron el 3 de julio de 1971, flotando exánime en una tina en su departamento de Paris, debido a un paro cardiaco.
En algunos casos se ha especulado con el asesinato, pero suelen ser extrañas ideas paranoicas. ¿Suicidio? ¿Accidente? era parte del juego, del límite, del exceso. De andar por la cuerda floja, de estar en el filo de la auto destrucción. Era la vida frenética y desesperada, unida a la desazón. Acorralados por la desilusión de un mundo externo que quería limitar sus posibilidades creativas a la vez que había convertido su personalidad en la de figuritas del espectáculo. Los tres vivieron una juventud solitaria y creativa, los tres pensaron que habían encontrado el camino para expresar todo lo que tenían entremezclado en sus tripas. Los tres nos dejaron grandes discos que hablan mucho más que cualquier otra cosa de su época y de las vías de expresión que encontraron. Es una coincidencia que los tres murieran a los 27 años, la misma edad en la que murió Robert Johnson, (pero de él hablaremos más adelante). Hendrix, Janis, Morrison, murieron en su ley, alcanzaron la tan anhelada libertad a su manera, lejos de la resaca final de los 60´s, su música sigue siendo emblemática y significativa.

martes, 28 de julio de 2009

ByRnCELONA

Quién diría que terminaría perseguido por las bibliotecas públicas de Barcelona. Tres semanas, esta vez tiene que devolverlos como máximo en tres semanas, me dice la funcionaria mientras me entrega los libros. Asiento regañado. Ya no solo había perdido toda mi credibilidad ante mi familia, sino también con los bibliotecarios de la ciudad. Estaba en su lista negra y eso no se borra así como así. Llevaba tres meses de ausencia, pero en realidad eran más, porque hacía dos años, desde que me botaron del trabajo, que me estaba yendo de Barcelona.
Entro al baño del bar Bukowski de la calle Tamarit. En el inodoro veo una cucaracha ahogándose. El chorro le cae a propósito encima y termina de hundirla. Recuerdo que al principio odiaba la música de Talking Heads. Me parecía estúpida. Supongo que era porque había un tipo en el colegio que me caía mal y que se parecía a su cantante, David Byrne. Después empecé a prestarle mejor atención y mi opinión de ellos cambió, atraído por la simpleza que circulaba dentro de su complejidad. Recuerdo que el primer disco que escuché de ellos lo saqué de la biblioteca del Parque Escorxador, más conocido como el parque Miró. En ese tiempo le alquilaba una habitación a un odontólogo en el noveno piso de la calle Paral.lel. Cerca de Plaza España. Desde ahí arriba, desde la terraza, se podían ver las dos montañas que arropan la ciudad. Pero eso no era todo lo que se podía ver. La vida de la gente, como en un teatro, quedaba expuesta a mis ojos fisgones. Como un día en que por casualidad me asomé y pude ver en uno de los balcones del frente una vecina sentada solo con su ropa interior, escapando del absurdo calor que hacia dentro de los apartamentos. Eso fue antes de las vacaciones, una de esas mañanas en las que me despertaba demasiado tarde para ir a la universidad.
Sobre la actuación me enteré por casualidad. Estaba caminando por la calle cuando de pronto vi un anuncio en el que ponía que David Byrne iba a tocar en esos días en el Palau de la Música. En un principio pensé que no encontraría entradas para el concierto. Por suerte aun quedaban boletos para las localidades más baratas. Hacía casi una década que Byrne no pisaba Barcelona. Al menos que yo me haya dado cuenta. Su último concierto fue en el Razzmatazz. Ahí estuve yo. En ese entonces vino a promocionar Look in to the Eyeball, ahora, regresaba para presentar en vivo Everything that happens will happen today, su última colaboración con Brian Eno.
El espectáculo está a punto de empezar. Salgo del metro. Cruzo Vía Layetana, detrás, bloqueado por otro edificio, se asoma por fin el Palau. Al entrar por la cafetería me invade un olor a café con leche rancio que impregnaba las baldosas modernistas. Voy a mi asiento. Las luces se apagan. Sale David Byrne al escenario.
La voz nerviosa del artista comienza el repertorio con Strange Overtones. Esta vez la puesta en escena es completamente diferente a la del Razzmatazz. Los violines y el chelo han desaparecido del escenario para dar cabida a un grupo de bailarines. Toda la banda va vestida de blanco impecable, más que nada porque de vez en cuando ellos también forman parte de la coreografía. Se trata de una banda bastante fogosa, más funkera, que derrocha más energía. Byrne de vez en cuando toma la guitarra acústica, ofreciendo su versión más melosa. Con su falsete va desafiando los límites de la afinación, caminando por una cuerda floja, de la que parece que se fuera a caer, pero justo cuando empieza a tambalear, logra dar con la nota adecuada.
Al salir del concierto camino por las calles oscuras del Raval. Ya no tengo casa, estoy incomodando a un amigo que me deja utilizar su sofá cama. A esa hora todavía hay trenes, pero decido irme a pie. Su apartamento queda cerca de la Estación de Sants, donde en mi etapa más pailas solía ofrecerle acomodamiento en pensiones baratas a los turistas que se acaban de bajar del tren. Esos tiempos parecen tan lejanos y a la vez tan cercanos.


sábado, 21 de febrero de 2009

POLIFONIA BIPOLAR

¿Cuántos albums más tiene que sacar un grupo para confirmar que no están acabados? Hundido psicológicamente, Brian Wilson, el mayor de los tres hermanos que formaban parte de los Beach Boys, renunciaba a las giras para dedicarse de pleno al trabajo discográfico. Inspirado por Burt Bacharach y Phil Spector, Wilson decidió concentrar todos sus esfuerzos en las sesiones de grabación.
De su cabeza salieron las canciones más emblemáticas de la banda. Las cuales no solo compuso y produjo, sino que también lleno de arreglos. La contribución de Wilson en la música moderna fue tan destacada que hasta los Beatles reconocieron la influencia de este músico californiano en el Sargent Pepper’s.
Un talento que brilló en dos albums demasiados adelantados a su tiempo. El primero, Pet Sounds, que no recibió la respuesta deseada por el público y el segundo, Smiley Smile, que ni siquiera vio la luz sino varios años después de su concepción.
Canciones como Good Vibrations, Woundn’t It be Nice, I Just Wasn’t Made For These Times o God Only Knows, sirvieron para explorar los alcances cromáticos de las voces de los miembros del grupo. Voces que bajo las indicaciones de Wilson, explotaron para conseguir el sonido más colorido y genuino de esa época.
Sin embargo, no todos los integrantes de la banda estaban contentos con la nueva dirección que tomó el grupo. Apoyándose en las bajas ventas y advirtiendo del peligro de seguir traicionando el estilo surfero que los catapultó hacia la fama. Mike Love, primo de los Wilson y cantante de la banda, se las arregló para que Brian dejara de tener el control absoluto en las sesiones de grabación.
Para ese entonces a Brian ya se le veía ido. Con su mirada perdida y apretando las mismas teclas del piano, se apresuraba hacia un abismo. Las drogas empezaban a pasarle factura y él las necesitaba como un perro adicto a las pulgas. Pero las pulgas se pueden conseguir en cualquier esquina, igual que las drogas.
La cocaína fue su mejor amiga. En ella se refugió para hacer frente a la depresión causada por un trastorno mental aun no catalogado y por las secuelas de la tormentosa relación que mantuvo con su padre: un compositor frustrado, déspota y egoísta, que trató por todos los medios de incluir sus canciones en los discos de sus hijos.
Le llevó décadas, salir de esa nube negra. Pero atrás quedaron los tiempos en los que duró casi tres años echado en su cama. Por fin terminó el álbum inacabado que tenía pendiente desde su etapa con los Beach Boys. Ahora, de vez en cuando sale de gira con su propia banda y todavía sigue escuchando melodías en la cabeza ¿Qué más puede pedir? Chuck Berry es a la música lo que el Imperio Romano es a la historia de la tierra.

domingo, 11 de enero de 2009

DESERTORES DEL ROCK


Algunas personas han sido determinantes en la historia de la música por razones diferentes. Algunos han vendido su alma en un cruce de caminos, inmolado en las llamas de la fama o desangrado encima de un escenario. En cambio otros, siempre serán recordados por lo que en su momento tenían que hacer. Es decir: apartarse. Lo hizo Pete Best con los Beatles, lo hizo Henri Padovani con The Police y también lo hizo Dave Mustaine cuando Kirk Hammett lo remplazó en Metallica.
Sin su retirada todo sería diferente: The Police no hubiera sido un trío, Ringo Starr jamás se hubiera puesto el anillo que provocó tantos problemas en Help y Megadeth tampoco hubiera sido el mejor ejemplo de lo que se puede alcanzar con odio y resentimiento.
Pero no todo el que sale de una banda lo hace porque lo echan o lo apartan sistemáticamente. Hay algunos que renuncia, que pudiendo continuar, deciden renunciar antes de que el rock les cobre factura. La diferencia de edad entre Bill Wyman y el resto de los Stones siempre fue una barrera. Eso no significaba que no se divirtiera. Mientras Jones y Richards se hundían en las drogas, Wyman no hacía más que perseguir mujeres. Siendo el mayor de todos, lo más lógico es que fuera el más moderado, pero en realidad era Charlie Watts el que menos interés en ser una estrella demostraba. Ni siquiera Jagger, sumido en el papel de front man, cuenta con las credenciales amorosas, por no decir sexuales, de Wyman.
Según la leyenda, durante los 31 años que tocó con los Rolling, Bill llegó a acostarse con más de 1000 mujeres. Pero no fue de tanto conocer señoritas que Wyman decidió poner fin a su etapa con la banda. Para él, ya había aprovechado lo suficiente su status. Llenar estadios, se había convertido en un trabajo rutinario que en lugar de disfrutar, colocaba un peso enorme sobre su existencia. Además para ese entonces ya estaba forrado y sabía que ya no le quedaba mucho más que hacer, salvo descansar. Lo que no había logrado hacer plenamente desde que se subió al tren del rock n roll.
Algo parecido le pasó a Bill Berry, ex baterista y miembro fundador de REM, quien dejó la banda para convertirse en granjero. El acoso de la prensa, los conflictos internos del grupo y un aneurisma cerebral en pleno concierto en Laussane, fue lo que lo empujó a tomar esta determinación. De algún modo, el éxito abrumador de Out of Time y Automatic for the People, sumado con el giro más agresivo de Monster, contribuyó directamente a su prejubilación voluntaria.
Sin embargo, entre los casos más sorprendentes está el de Cat Stevens. Quien no sólo renunció a la música, sino también a su nombre. Dejó de profesar el rock, para profesar el islam. Para ese entonces, afortunadamente, el músico londinense ya había grabado los suficientes albums como para cimentar su leyenda. Con sus cuerdas metálicas modulando arpegios místicos y los tonos de su voz apaciguando a las bestias. En un momento la canción es pacífica y de repente todo estalla, como cuando una estantería de libros se le viene a uno en la cabeza.