miércoles, 4 de junio de 2008

LA BANDA SONORA DEL COSMOS



A punto de extinguirse se dieron cuenta que el pequeño bulbo estelar en el que habitaban pronto se convertiría en una supernova. Desesperadamente lanzaron un grito de auxilio por sus aparatos de comunicación exterior, pero el único mensaje que obtuvieron de vuelta fueron los arpegios de una hermosa canción. Minutos antes de que todo colapsara, los presentes tuvieron un pequeño paréntesis en medios del caos, envueltos en un lenguaje y en unos tonos armónicos absolutamente desconocidos.
Daba la impresión de que la estrella se desmoronaría al ritmo de la cadencia de las notas, muy lento, pero la verdad fue que la explosión escasamente les dio tiempo de comenzar su última plegaria.
La canción sin embargo, siguió su travesía por el espacio, inmune a la destrucción. Su destino estaba a más de 431 años luz de la tierra, concretamente en la estrella Polaris, aunque muy pocos sabían si llegaría hasta ahí o se perdería en la magnitud del firmamento. Una poderosa antena de la NASA sirvió para catapultarla más allá de la estratosfera, mediante una transmisión que se produjo el 4 de febrero del 2008. El mismo día en que, por casualidad, un sobreviviente del Verano del Amor entraba a una tienda de vinilos y le pedía al del mostrador que le pusiera esa misma canción.
Aunque existen más de una variación de este tema, el track que resonó por los parlantes de la tienda pertenecía a la versión definitiva del album Let It Be de los Beatles.
Bastaron tan solo un par de compases antes de que el hombre se trasportara a aquel momento en el que escuchó Across the Universe por primera vez. Lo recordaba con mucha claridad, pero con mucha imprecisión. Un recuerdo que le quedaría guardado para el resto de su vida.
Al igual que a uno de sus primos lejanos, por cuyos oídos pasó sólo una vez esta misma melodía, justo antes de su muerte. Un destino cruel para una persona que no hizo más que combatir los horribles presagios que empezaron a aparecer cuando a través de una pesadilla que se repetía noche tras noche, comenzó a soñar que lo encerraban vivo en un horno crematorio, mientras veía como su cuerpo se consumía en las llamas.
A partir de entonces dedicó su vida y su fortuna a evitar que algo parecido le pasara. Sus ahorros se fueron en la compra de tumbas y criptas en varios cementerios, solo por la seguridad de que le dieran santa sepultura. Su última voluntad, la que se encargó de incluir en su testamento. Irónicamente, su deseo no pudo cumplirse, ya que nunca encontraron sus restos, ni los de las personas que viajaban con él en la avioneta que terminó estrellándose e incendiándose en medio de la selva.
Una tragedia minúscula si tenemos en cuenta la grandeza del universo, donde millones de kilómetros más allá de nuestro sistema solar, en un planeta espejo de la tierra, un matemático se dio cuenta que su especie llevaba años con una medida de tiempo equivocada, debido a un error de cálculo. Una noticia que terminó opacando el descubrimiento del paso de Across the Universe por la órbita de su mundo.
Según el notable académico, hubo un momento de su historia en la que se produjo un salto cuántico imperceptible, a partir del cual los minutos dejaron de estar compuestos de 60 segundos, para estar compuestos de ochenta. A la vez, las horas para que trascurriera un día dejaron de ser 24, para pasar a ser 44. Aparte de esto, el mismo matemático también descubrió que cada jornada tenía dos amaneceres y dos atardeceres, en lugar de uno. Con lo cual, después de hecha la corrección, llegó a la conclusión de que estaban viviendo en la época que no les correspondía.
Después de un largo debate entre todas las naciones, los habitantes de ese planeta decidieron atrasarse y volver al tiempo que les tocaba. La gente tuvo que desprenderse de toda su tecnología. Derrumbaron los edificios y construyeron casuchas de paja. Destruyeron los computadores, los microondas, los televisores, todo lo que estuviera adelantado. Inclusive los carros los terminaron tirando por el barranco.
Y volvieron al oscurantismo. Pero no todo fue malo. Las personas dejaron de morirse de cáncer. O al menos eso creían, ya que no sabían de que morían. De la mano de un espíritu maligno, de la peste o simplemente como castigo por ejercitar la lengua demasiado.
Para ese entonces la canción ya había pasado de largo. Repitiéndose una y otra vez en la eternidad del universo. Viajando sin cesar por las diferentes galaxias. Atravesando nebulosas, Big Bangs y muchos otros brotes de movimiento en un distante espacio tiempo. Una suerte que desearían los globos de helio, quienes por más que intentan perderse por las constelaciones más lejanas, siempre terminan golpeándose contra la parte de abajo de la luna. Bloqueados, esperando sólo a desinflarse, lejos de su sueño más dorado: el de llegar a un planeta sin niños, a quienes en la tierra no hacen más que odiar hasta reventarse.