jueves, 19 de julio de 2007

El eterno Dorado

Mientras que en Italia disfrutaban del brillo del Renacimiento, soportando la peste negra, elevando el humanismo, su perspectiva y su rescate de lo antiguo. A un lado del Támesis, el Glove se inflaba con las brujas de Macbeth, los insomnios del príncipe de Dinamarca y los celos del rey moro. Los portugueses recorrían medio mundo y los 7 mares, en su siglo de los descubrimientos, encontrando puertos y fundando postas de comercio que después les arrebataron los Holandeses e Ingleses. Por las montañas de Castilla y la Mancha vagaba el caballero de La Triste Figura, haciendo entuertos y ofreciendo ínsulas inexistentes a los incautos.

Mientras que al otro lado del Atlántico, hombres desesperados regaban la viruela, sometían a tribus guerreras y arrasaban con todo lo que encontraban a su paso. Surcando ríos, escalando montañas increíbles, atravesando selvas inhóspitas en donde morían de malaria y de locura. Movidos por ideales absurdos como El Dorado o la Fuente de la Eterna Juventud, los conquistadores recorrieron América desde California, hasta la Patagonia, los desiertos de México, las selvas de Centro América, el Caribe, los Andes, las costas del Pacífico, la Selva Amazónica, el Río de la Plata, el Orinoco, el Paraná, el fin del mundo. No encontraron las maravillas que buscaban, pero si mucho oro, mucha sangre, muerte, muchas delicias tropicales y pueblos sometidos. Llegaron hasta Tenochtitlán, hasta la ciudad sagrada de los Incas, pero no encontraron el tesoro que estaban buscando. Porque mientras que el desespero y la desilusión iban siendo regados por América, el verdadero Dorado sucedía al otro lado del Atlántico en donde la pluma de Lope se mezclaba a la vez con la de Cervantes y Quevedo, mientras que Velásquez pintaba a sus enanos y perros congelados en el tiempo.



Si la gesta heroica y absurda de la conquista tuvo algún sentido, ese es el Siglo de Oro Español. Nada justifica las muertes y sangrías, los pueblos arrasados y las culturas aniquiladas, la larga noche de los 500 años, las malas administraciones que han sido heredadas. La Conquista de América fue una vana ilusión, como todo lo que buscaban los conquistadores, como todo lo que construyeron, como todo lo que queda. Parece que fueron generaciones y generaciones de Buendías, de Aguirres que se perdieron por tomar el rumbo equivocado. Los mapas, los edificios, los lingotes de oro, poco importan, el gran tesoro que España pudo ofrecer al mundo después del descubrimiento de América (además del la papa, el tomate, el maíz, el tabaco y demás) fueron la honestidad brutal de sus letras y su pintura.

La vida es sueño, Don Quijote, El Buscón, los dramas y comedias de Lope y de Tirso, bien simbolizan el esfuerzo, la muerte y la locura de la conquista. Es en todos ellos en donde se encuentra la explicación de lo que ES, de lo que FUE. En los bares de Madrid, por Lavapies o Malasaña, sigo viendo a los borrachines de Velásquez. En Medellín, Santiago de Chile o el D.F, siguen habiendo buscones, iguales al de Quevedo. Realmente el Siglo de Oro es lo que nos sigue uniendo a todos, es lo que somos. Nuestras tierras no fueron fundadas por Quijotes valerosos que en los ardores de sus locuras querían rescatar princesas y mantener el honor de los caballeros andantes. Fueron fundadas por Sanchos despistados y despiadados que creían en cualquier cosa y babearon de codicia por ínsulas inexistentes. En las tramas del Siglo de oro, enredadas, complicadas, populares. En el levantamiento de Fuente Ovejuna, en las andanzas de Don Juan, en la amargura y resentimiento de Segismundo, es donde se ve, ese universo que sigue existiendo en las tierras en donde se habla castellano. Es lo que se ve en las calles, en las inquietudes, en las películas de Almodóvar o Alex de la Iglesia. Es la decadencia como forma de vida, el rebusque como única salida.




Dicen que con el Quijote nace la novela y la narrativa moderna y que a partir de los enredos de Lope la dramaturgia tomó una nueva dirección. En las obras de Tirso o Calderón, se ve perfectamente cómo construir bien una historia, cómo darle giros inesperados, cómo crear misterio y risa, cómo describir y construir situaciones cómicas o dramáticas. En El Buscón de Quevedo o el Quijote, están presentes los ángeles desesperados, desperdigados por las carreteras, que luego retomaría la literatura de carretera. Pero el gran aporte de estas obras, es haber construido a base de sinceridad, mostrando un pueblo tal como era, lo peor y lo mejor, sin falsas grandezas, del alma Hispana. Es esa tradición la que realmente vale la pena.

El Siglo de Oro es el canto a todos los sueños vanos y los desperdicios que significaron La Conquista de América. Ahí siguen sus voces que rebotan como fantasmas dentro de los que hablamos esta lengua de fuego. El Siglo de Oro es nuestro Dorado, es nuestra Fuente de la Eterna Juventud. Fue nuestro Macondo, nuestra Comala, nuestro Oliveira, vagando, Buscón, por las calles de París. Fue la pesadilla y el constante despertar a esta vida que sigue siendo un sueño.

Como dice Segismundo al final de su célebre soliloquio:

"Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
ue toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son".

domingo, 8 de julio de 2007

LA NOCHE EN LA QUE ESTALLÓ EL ROCK Biger than a Bang

Se supone que debíamos estar en el gallinero, en el extremo más extremo de la parte de arriba. Pero cuando entramos y vimos que podíamos pasar, una naturalidad descarada nos impulsó a seguir las escaleras hacía abajo, lo más cerca del escenario posible. Anduvimos como quien va de visita, viendo por fuera la cosa y un poco contrariados por que nadie nos obligaba a subir. Seguimos nuestro recorrido hasta acercarnos a la zona vip, vimos que alguna gente entraba sin que les pidieran la entrada y los seguimos, estábamos a 10 metros de la tarima y AHÍ NOS QUEDAMOS. Sólo nos movimos cuando vimos que estaban repartiendo las manillas del concierto y nos la pusimos por si acaso. Se fue llenado y llenando y quedamos bien ocultos.
Se hizo de noche, unos gringos hacían sus gritos desaforados de búfalos, a los que respondían unas argentinas con un cursi: "Amamos a los Stones" que un desadaptado, no se contenía en responder con un "a Diego también". Saltos y aplausos pero nada que aparecían. Ya estaba la luna como medio ojo encima de nosotros y de pronto, el enorme escenario de edificios redondos se encendió y las luces del Estadio, la pantalla central empezó a mostrar las imágenes de meteoritos circulando, hasta que pum se hizo la gran explosión, el biger bang, salió humo, sonaron las guitarras y la batería, "Start me up"… Apareció Mick Jagger con su chaqueta roja cantando.
Por un momento era tan familiar y a la vez tan extraño tenerlos ahí, Ron Wood y Keith tocando la guitarra, Charlie tocando la batería, Mick andando de un lado a otro del escenario. Empezando a hervir los ánimos que ya lo estaban y respondíamos con efusividad de saltos, palmadas al aire y gritos. Las argentinas que estaban adelante de nosotros se mecían como olas, un gigante al lado mío palmoteaba como queriendo destrozar el mundo, y yo zapateaba como si de esa manera lograra contener las canciones, seguirlas, ser parte de ellas. Atontado por el espectáculo, con la boca abierta, movía la cabeza como los perritos de los carros.
En "Midnight ramble", demostraron de qué iban, y sobre todo la maravilla de corista, diosa de caoba, que los acompañaba. Pero las guitarras dieron mucho de lo suyo y Mick poseyó con toda naturalidad el estadio. Era un rito pagano, pero que manera de congregar almas. Una vez abierta la caja de sorpresas, decidieron bajar un poco la intensidad con canciones del último disco (Biger than a Bang) que poco conocíamos, incluso Jagger se hizo con una guitarra y nos cantó una de las baladas. En algún momento la armónica nos volvió a traer a las raíces con "Honky Tonk women", y se le hizo un homenaje sentido a James Brown, maestro de la efusividad en la tarima, que cuando los Stones eran principiantes les supo enseñar cómo se hace un espectáculo.
Cuando pudo darse un respiro Mick nos presentó a los componentes del poderoso ritual, el de la pandereta, nuestra increíble corista, el de la guitarra acústica escondida, el saxo, la trompeta, el trombón. Darryl Jones, el bajista que desde el 93 remplazó a Wyman y que tiene en el currículum haber tocado con Miles Davis. Apareció Ronnie acompañado de una lluvia más intensa de aplausos, cuando salió Charlie ya era un aguacero y con Keith se convirtió en un vendaval de ovación. Varías veces intentó hablar llevándose las manos al corazón, pero los aplausos y gritos no lo dejaban, sonreía con su cara burlona, sus enormes labios de payaso y su nuevo bigote de tres días, y nosotros no nos callábamos, seguíamos gritando y aplaudiendo, visto que no podía habar tomó su guitarra blanca y empezó a cantar una de sus canciones, con su voz ronca y gastada de viejo bluesmen.
Desaparecieron por un momento, en el escenario movieron la batería y otras cosas, explosión de humo, volvieron todos a su sitio y mientras cantaban "Miss you" se empezaron a desplazar, con la tarima montado en un riel y se fueron hacia el centro del estadio. Ahora estaban lejos y de espaldas, pero seguían moviéndonos, luego vino "It´s only rock and roll but i like it", se encendieron las luces, volteamos hacia el escenario vacío en donde ahora una boca enorme con su lengua gigante temblaba como viniéndose encima para lamernos a todos, poco a poco el riel fue trayéndolos de vuelta. Se apagaron las luces, empezó a salir humo.
Hubo una gran explosión, y mientras que el ritmo de esos tambores rituales se daba paso, en la pantalla roja empezaron a aparecer unas formas blasfemas y Mick con una larga gabardina roja de ceremonias, se subió a una terraza que había en la parte más alta del escenario, "Please allow me to introduce myself, I´m a man of wealth and taste", ardieron unas llamas en la sima y todos posesos coreamos "Simpathy for the devil". No se trataba de estar en el lado oscuro, era simplemente oposición, rebelión, las huestes inconformes. Ardieron más llamas en el escenario, hubo más humo, "Brown Sugar" una maravillosa diosa negra enorme se tomaba el mundo: se hacía con la Torre Effel, con las ruinas de Roma, con los bulevares y avenidas de este planeta condenado, la belleza las poseía, se las tomaba, las hacía suyas.
A estas alturas Keith Richards apenas podía tocar la guitarra, se arrastraba por el suelo, se hacía de espaldas, negando algo que había sido evidencia en todo el concierto, (en un solo se quedó a mitad de camino), ya no podía más, afortunadamente tenía a Ron para soportarlo. Sin embargo, el hecho de que estuviera ahí, se mantuviera poderoso con sus sesentaypico años ya era suficiente. Mientras que Jagger, más aplicado a su responsabilidad de mantener la imagen del grupo, entrenando antes de cada aparición, era capaz de correr una y otra vez por todas las esquinas del escenario y hasta bajó y se pasó por el caminillo del centro. Estos señores sin lugar a duda son unos especialistas del espectáculo, no se les escapa nada, como los grandes magos saben todos los trucos y llega un momento en el que con la edad eso ya empieza a valer, más sabe el diablo por viejo… y por astuto. Se apagaron las luces, hubo un estallido de pólvora, desaparecieron.
Gritamos, aplaudimos, hicimos ovaciones, chiflidos, pedimos otra en español, en inglés. Como era natural, volvieron a aparecer con toda la potencia de "Satisfaction", empezamos a saltar, a gritar la letra, a intentar sacar con el ardor de las palmas la emoción. Ahí estaban con más fuerza que nunca, el Estadio volvió a arder como si estuviéramos en el comienzo, este público no se saciaría jamás, disfrute esta canción como ninguna, de pronto empezaron a agradecer y cayeron unas cintas de colores de los edificios del escenario. Entre la confusión y la emoción seguíamos aplaudiendo, pasaron todos al centro y se agacharon, luego quedaron los 4 Stones, empezaron a lanzar cosas para el público. Babeamos éxtasis, seguíamos palmeando y gritando, hasta que desaparecieron. Nos quedamos con la satisfacción en la garganta, pidiendo más, reventó de nuevo un juego de pólvora y luz y todo terminó. Silencio, luego quedamos rogando un poco más, se apagaron las luces, pusieron Bob Marley, entendimos, buen rollo. Final apoteósico. El concierto de los Rolling Stones había terminado y si algo podía definirlo letra por letra era ESPECTÁCULO, en el máximo estado puro, con toda la carga de adrenalina que esa palabra puede tener. Bajamos de Montjuic con un aura en el cuerpo, por una noche habíamos sido parte del mas puro ROCK.