sábado, 7 de mayo de 2011

El Jazz ardiente de Kansas City


Antes de morir Charlie Parker le hizo jurar a su mujer que no lo enterraría en Kansas City… sin embargo, su cuerpo terminó en esta ciudad, fue llevado en un cortejo lánguido por la ciudad a la que había jurado nunca volver. Era un símbolo, la culminación de toda una época del jazz que había dado como fruto final a ese monstruo de la música que dejó boquiabierto a más de uno y que torció las rutas de esta música para siempre. En ese entierro, no sólo se despidió a Bird, se despidió a todo el Jazz de Kansas City-Missouri.

Cuando se habla de ciudades del jazz, siempre están New Orleans, Chicago, Nueva York, sin embargo, se olvida esta ciudad del medio oeste de los Estados Unidos en donde floreció entre la permisibilidad y la lejos de la prohibición, toda una escuela de jazz basada en un ritmo más potente y en la improvisación. Entre la segunda y la tercera década del siglo XX, llegaron a Kansas City, músicos de todas partes para ganarse la vida, en largas noches y duelos épicos, lejos de partituras y formalismos. En esta ciudad se reunieron una serie de condiciones favorables: trabajo continuo, aislamiento, libertad, espontaneidad, concentración de talentos y falta total de presiones comerciales y policiales.

Durante la depresión económica floreció en Kansas City, gracias a la permisibilidad de su gobernador, Tom Pendergast una vida nocturna alimentada por todo: alcohol, juego, apuestas, drogas, prostitución y como no, para darle vida y ritmo a este coctel: jazz y blues. Los músicos conseguían trabajo fácil y alimentaban de sonidos a la ciudad las 24 horas, las sesiones de improvisación empezaban en los locales en donde los jazzistas tocaban a su antojo sin ningún tipo de reglas y terminaban al medio día siguiente en los asaderos de pollo.

En Kansas City, se formaron los Blue Devils, dando paso después a la legendaria orquesta de Count Basie, en donde además del pianista y director, estaban a la cabeza del ritmo el baterista Jo Jones y al contrabajo Walter Page. El solita estrella, Lester Young, encontró en esta orquesta un refugio para su música melancólica y personal, redefiniendo el sonido del saxo tenor. Tocaban todas las noches en el Reno Club, en donde se abarrotaban para escucharlos, bailar con su música y si alguien tenía suerte, poder probar sus dotes como músico improvisando a la par de los presentes. Por la ciudad deambulaba otro gran saxofonista, Ben Webster.

Una de las noches legendarias de Kansas City fue cuando Webster y Young, vencieron el estilo dominante de tocar saxofón, imponiéndose en duelo de improvisación que duró toda una noche, al mejor saxofonista de ese entonces Coleman Hawkins; este terminó dejando su puesto a Webster en la orquesta de Fletcher Henderson y se condenó al auto exilio durante unos cuantos años en los que estuvo vagando por Europa, luego cuando regresó a Estados Unidos, se empeñó en encontrar a Young para volver a retarlo en otra larga noche de saxofones beligerantes, en donde no hubo vencedor. Ya estaba Bird sobrevolando por ahí.

Una vez fue expulsado del gobierno Pendergast, a mediados de los años 30, la vida musical de Kansas se vino abajo y el poder quedó en manos de un grupo de moralista que fue clausurando la vida nocturna de la ciudad. Se cerraron los lugares de juego y apuestas, los burdeles y de paso la nueva administración cerró los clubes nocturnos donde se había tocado el jazz de Kansas City durante 13 años. Censuraron toda una época, prohibieron y acabaron con la vida nocturna. En ese entonces la orquesta de Count Basie ya había abandonado la ciudad y sólo quedaba Charlie Parker, que pronto se iría a lavar platos a Nueva York y cambiar todo el lenguaje del jazz junto con la nueva generación de boppers. Cuando su cuerpo volvió a Kansas City, ya nada quedaba de ese jazz forjado en largas noches de improvisaciones solemnes.

jueves, 10 de marzo de 2011

CAÍN Y ABEL DAVIES


El rock puede resultar a veces fraternal, otras en cambio, fratricida. La competencia entre hermanos adquiere nuevas dimensiones cuando de por medio se interpone el ego y la gloria. Por eso los hay que recurren a todo tipo de artimañas con tal de llevarse el mayor número de aplausos, como si estuvieran peleando por el cariño de su madre. The Kinks, la banda liderada por Ray y Dave Davies, es un claro ejemplo de hasta dónde pueden llegar el apetito insaciable de los celos. Incluso cuando se trata de hablar bien el uno del otro, lo único que sale de sus bocas son elogios envenenados.
Solo así se puede leer en entre líneas a lo que Ray Davies se refería cuando afirmaba <>. No en vano, a pesar de que Ray compusiera la mayoría de éxitos de la banda, fue Dave el que dio con el riff de You Really Got Me que los terminaría catapultando a la fama. Una salvaje sucesión de acordes que para su tiempo, 1964 (un año antes del Rubber Soul de los Beatles, dos antes del Aftermath de los Rolling Stones, uno antes de My Generation de The Who), resultaba demasiado adelantada.
Eso explica en parte porque la música de los Kinks está pasando en estos momentos por un nuevo renacer, con las nuevas generaciones descubriendo canciones como Lola, Waterloo Sunset, A Well Respected Man, Stragers y This Time Tomorow. Las cuales por cierto, Ray ha vuelto a grabar junto a otros artistas de talla internacional entre los que se encuentran Springsteen, Bon Jovi, Billy Corgan o Metallica. Lo curioso es que el título de este álbum recopilatorio es See My Friends, una ironía teniendo en cuenta que dentro de su concepto de amistad no entra una de las primeras personas con la que compartió techo: su hermano.
Los problemas entre Ray y Dave vienen de antaño y lo peor es que con el tiempo han ido escalando. Hasta el punto en el que Dave ya ni siquiera habla con su hermano, al que califica de persona enferma, más allá del trastorno bipolar que le diagnosticaron. Según el menor de los Davies, ni la fama, ni el dinero han hecho que su hermano Ray se olvide de su principal objetivo: humillarlo y torturarlo. En ese orden. La lista de episodios que demuestran esta teoría es larga. Una vez, después de que Dave sufriera un infarto, Ray llegó hasta a fingir estar enfermo, con tal de que su hermano no se llevara toda la atención.
Claro que el episodio que más trascendió ocurrió en el aniversario número 50 de Dave. Cuando a Ray no se le ocurrió otra mejor idea que aplastarle la torta de cumpleaños a su hermano. Un insulto doble, no solo por haber aguado la fiesta, sino porque Ray se había ofrecido a pagar los gastos del convite. No por buena gente, más bien porque él tenía el dinero y su hermano no. Considerando que las regalías de los temas de la banda pertenecen solo a Ray. Desde entonces, cualquier esperanza de reunión de los Kinks se ha evaporado. Dave preferiría no ver ni un solo centavo de lo que representaría una posible gira, antes de prestarse a ser objeto de las vejaciones de su hermano. O al menos tendría que pensárselo mucho. Por en cuestiones de dinero no hay nada que se interponga, ni siquiera la familia.


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domingo, 14 de noviembre de 2010

LA ESTIRPE DE LOS SALIERI



Hay amores que opacan el resto de los que hemos tenido en nuestra vida. Heridas que no sanan, sino que cambian de sitio. En su tiempo, sus canciones sonaban a cada rato por la radio. Ahora, tan solo dos décadas después, su imagen iba lentamente desapareciendo, como si nunca hubiera estado en los primeros lugares de la Billboard, como si nunca hubiera hecho giras mundiales, como si los discos de platino que colgaban en las paredes de su casa fueran falsos.
No se trataba de estar acabado. Era mucho peor que eso. La gente que antes asistía en masas a sus conciertos, se avergonzaban de haberlo adorado con tanto fervor. Llevaron su peinado, sus bluyines apretados, sus camisas de mayas, sus sobreros, pero en la actualidad lo negaban. Las loncheras, los cuadernos, los afiches y las diversas autobiografías, acabaron en la basura.
Sin caché, sin prestigio, con el espíritu por los suelos, seguía haciendo música bajo el mismo estilo retrogrado que le había dado la fama. Buscando el sencillo que lo devolviera a la lucha. Pero entre más lo intentaba, más ridículo se sentía. Lo mejor sería tirar la toalla. Ya tenía una mansión con piscina, no tenía ninguna verdadera necesidad de demostrar nada.
Lo que en realidad le daba miedo era morir en el olvido. Que su paso por este mundo se borrara. Que le tocaran groupies de segunda categoría no le molestaba. Tampoco que solo fuera recibido como un ídolo en los países de la ex Cortina de Hierro. Lo que de verdad le fastidiaba era ver que haber desperdiciado su vida no había servido para nada.
Quizás lo que le faltó fue llevar su existencia un poco más al extremo. Era consciente de no haber coqueteado lo suficiente con la muerte. A veces soñaba con el día de su entierro. Constantemente se acordaba de la escena del Doctor Zhivago en las que todos sus lectores se acercaban al cementerio a darle su último adiós. Ojala le pasara algo parecido. Que inclusive el tipo que un día le abrió sus conciertos y que después se convirtió en una leyenda del rock, estuviera ahí.
Entre sorbo y sorbo de la botella su imaginación seguía naufragando. El whiskey bajaba por su garganta, mientras le entraba cada vez más el sueño. Prendiendo un cigarrillo se acomodó en el sofá. Era como recostarse en el ataúd de la gloria. Los ojos se le cerraron. En el fondo se escuchaban el disco de sus Greatest Hits, el mismo que el público recibió con tanta frialdad. Preso de la borrachera y del cansancio, el cigarrillo se le terminó resbalando de los labios.

martes, 26 de enero de 2010

La incombustible voz negra


Como gran parte de las leyendas salió de África, forzado fue llevado en galones, traficado por portugueses, árabes y judíos. Germinó con la brisa del Caribe, entre los lupanares rojos de New Orleans, muy cerca a Cuba y Haití. En Congo Square hizo escuchar su voz y fue ahí donde se formaron sus nervios. Cómo el blues conoció las carreteras que del sur iban al norte, atravesando Dixeline una y otra vez, cargado de esa ira y esa tristeza, ese desencanto sutil, que pronto aprendieron a gritar las trompetas y los saxofones.
Terminó su proceso de maduración en los garitos clandestinos de los gangsters de Chicago, entre los chorros de whisky ilegal y la sonrisa complaciente de las prostitutas, escapando de la nieve y de los balazos de la calle, ahí se vio por primera vez la sonrisa de Pops. Buscó la vitalidad en el Kansas ilegal de Pendergast (la máxima despensa de drogas y otros frutos prohibidos del medio oeste), desde el Reno se regó la leyenda del Conde y de cómo Lester había vencido en un duelo que duro 3 días al gran saxofonista del momento Coleman Hawkins, un pájaro de corral revoloteaba sus calles de tierra con un instrumento hechizo que soltaba más chirridos que música. En Nueva York, el Duque le daba un toque de distinción y en Broadway empezaban a hablar de Porgy and Bess, mientras que en las calles se silbaba Summertime y Rhapsody in blue.
Ya tenía nombre, una onomatopeya sonora, como un golpe de batería, Jazz, circulaba en la radio de todo el mundo, haciendo bailar a la gente, para olvidarse de la depresión, antes de que estallara la guerra y con ella el desquiciante Bebop. De ahí en adelante absorbió el ritmo de la calle, se adelantó al compás de los tiempos, corriendo desesperado entre el llanto de la incomprensión y del racismo, entre las andanzas del loco, la introspección del monje y los aleteos del pájaro. El demonio Azul del Miles Davis, ya había llegado de San Luis y estaba dispuesto a absorber los sonidos de Harlem, mientras que rondaba con su trompeta, desarrollando sus carretes, en busca de lugares en donde darse a probar en improvisaciones desmedidas, iba acompañado de Max Roach y del Gordo. Luego inventaría con otros 9 la música que se afincó en la costa oeste, más edulcorada y contenida, cómo Hollywood exigía.
En los años 50´s la casa de brujas también se enfocó en busca de los consumidores habituales de heroína, a Charlie nunca lo pescaron, pero hicieron los posible por segregarlo hasta hincharlo y arrancarle el pico, muchos fueron a sanatorios, otros a la cárcel, el electro shock se convirtió en la terapia más común, otros murieron una tarde triste, pegados a su botella de whisky como Lester y con él, ya sin voz ni alma, Ladyblue. Era el momento de la furia, de la ira y por eso sonó como nunca la batería desesperada de Art Blakey y sus Jazz Messengers y como respuesta la de Max Roach, acompañada de la trompeta de Clifford Brown, un accidente de coche rompió el último sueño.
En el momento menos pensado apareció el Quinteto y luego el Sexteto de Miles, lo más nuevo y refinado, ahora todo el mundo hablaba de ese tren azul que no se quitaba el saxofón de la boca y podía hacer solos de una hora, también del pianista blanco demasiado delicado, pero a la vez innovador, encorvado en el instrumento con sus lentes de recién salido de la biblioteca. Y cuando salió Kind of blue pensaron que lo había dicho todo y que se había modificado para siempre la historia de este tipo de música, sin embargo, apareció el un texano barbudo con su saxofón de plástico que hizo saltar a todo el mundo de sus sillas, había nacido el free jazz y con este se rompían todas las barreras.
Luego solo quedaba la fusión con los hermanos más cercanos: de sangre caliente, de la misma madre y salidos de Cuba, volvían los timbales y el sabor latino. Su otro hermano amplificado y salido del blues, ahora llegaba el momento de jugar con instrumentos eléctricos y con los sonidos más rockeros. El nuevo quinteto de Miles y luego cada uno en sus andanzas, los Headhunters de Herbie, el Weather Report de Wayne Shorter y Zawinul, Retor to Forever de Corea. El jazz tenía dos caminos o los festivales y las grandes audiencias, o el museo sonoro. De ahí en adelante todo ha sido ampliación y mimetismo. Desde un comienzo fue eso, mezcla e improvisación, abertura, libertad. Es el canto de África que ahora hace eco en todo el mundo, del tocadiscos, a los estéreos, al CD a las computadoras, más de 100 años de historia, de carreteras de ciudades, los hombres que forjaron su leyenda son muchos, incontables, incombustibles.

domingo, 22 de noviembre de 2009

UNA HISTORIA ALTERNATIVA



Algo estaba cambiando en la escena musical estadunidense cuando el director Cameron Crowe escogió Seattle para rodar Singles. En ese entonces, a principio de los noventas, el grunge estaba a punto de explotar. Discos como Nevermind de Nirvana, Badmotorfinger de Soundgarden, Ten de Pearl Jam o Dirt de Alice in Chains, salieron durante el rodaje de esta película. En ese momento nadie podía haber predecido el éxito aclaparador que tendrían estás bandas, hasta el punto en el que el grunge poco a poco terminó desbancando al heavy metal.
El año 1991 fue un año de transición. Si bien el viejo estilo rockero mantuvo su estatus mundial gracias entre otros a Guns N’ Roses con su Use Your Ilusion I y II, fue el sonido de Seattle el que estableció las bases de su revolución. Pero como en todas las revoluciones, sus artífices terminaron pagando por su éxito. Soundgarden se separaría, Pearl Jam entraría en el oscurantismo, Nirvana perdería a Kurt Cobain y Alice in Chains a Layne Staley.
Precisamente, de estas bandas, tres participaron del proyecto de Crowe en Seattle. No solo aportando su música, sino también ejerciendo de actores. Eddie Vedder, Stone Gossard y Jeff Ament se encargarían de interpretar el papel de los fracasados músicos de la banda del vocalista, mientras que Chris Cornell haría un pequeño cameo en una que otra escena. Por otra parte, Alice in Chains aparecía haciendo el papel de sí mismo, interpretando dos temas en vivos. Uno de ellos, Would?, que pronto terminaría en convertirse en uno de los temas más importante del grupo.
Desde luego que no es de extrañar que Crowe haya acertado escogiendo a estos músicos para salieran en la película, cuando todos eran desconocidos a nivel nacional y mundial. Si hay algún director experto en música, ese es Crowe, quien empezó a brillar en el mundo del espectáculo como periodista de la revista Rolling Stone. Crowe ya había publicado para Creem y para Circus, cuando Ben Fong Torres, editor de la Rolling, lo reclutó. En ese momento apenas tenía quince años y en corto periodo de tiempo lograría entrevistar a celebridades como David Bowie, Bob Dylan, Led Zeppelin, Alman Brothers, Eric Clapton y Neil Young.
Pero eso fue en la prehistoria. A finales de los ochentas Crowe ya había cambiado del todo el mundo del periodismo por el del cine, pero sin olvidarse de la música como eje de sus películas. Singles por ejemplo llegaría a incluir canciones que de alguna manera u otra marcaron a Seattle. Desde Hey Joe, interpretada por Jimi Hendrix, el guitarrista más famoso que ha producido esa ciudad, hasta un sonido más reciente, por no decir más moderno, como es el de Overblown de Mudhoney.
Sin embargo el núcleo musical más significativo dentro de esta banda sonora estaría ligado al pasado y futuro de Soundgarden y Perl Jam. Dos bandas que desde un primer momento se han apoyado mutuamente y que inclusive han llegado a fusionarse. Para la historia quedarán las sesiones de Temple of the Dog, una banda formada con elementos de las dos agrupaciones y cuyo sencillo más recordado sería Hunger Stirke en la que se puede escuchar a Vedder y a Cornell repartiéndose las estrofas.
Este proyecto nacería de un homenaje que el cantante y el baterista de Soundgarden le hicieron a Andrew Wood, cantante de Mother Love Bone, quien comenzando la década de los noventa moriría a causa de una sobredosis. Un suceso que también influiría sobre el fututo de Pearl Jam, ya que dos de sus miembros, Gossard y Amment, pertenecían a la banda de Wood, que terminó desintegrándose con la muerte de éste.
Cameron Crowe también se acordaría de esta formación en Singles, incluyendo Chloe Dancer/ Crown of Thorns como parte del antiguo testamento del grunge. Una verdadera joya en la que queda patente la combinación de armonía y agresividad que marcaría el sonido de Seattle y su clara oposición por lo banal. Todo un contrates con los valores que había elevado el Heavy Metal, con su despilfarro de cuero y de laca.
Otra de las atracciones de la banda sonora sería la primera versión de Spoonman de Soundgarden, la misma que años más tarde terminaría convirtiéndose en todo un éxito y que fue concebida exclusivamente para esta película. Chris Cornell partiría de este demo para incluirla en el álbum Superunknown. Además de esta canción también resulta interesante la colaboración de bandas de fuera de Seattle que terminarían resultando fundamentales en el grunge. Es el caso los Smashing Punkins, quienes utilizaron esta película como aparador de su tema Drown o el de REM, que aunque no pertenezca por completo a esta corriente, terminaría empacando sus maletas para establecerse en Seattle, igual que cuando Mozart cambió Salzburgo por Viena en busca de la verdadera libertad.

lunes, 19 de octubre de 2009

En el cruce de caminos

Según la leyenda en el cruce de caminos de la Autopista 61 con la 49, en Clarksdale, Robert Jonhson le vendió su alma al diablo a cambio de la capacidad de tocar la guitarra como nadie. Durante esa noche fue engendrado el Rock.


Cross road blues

Cross road blues

I went down to the crossroad
fell down on my knees
I went down to the crossroad
fell down on my knees
Asked the lord above "Have mercy now
save poor Bob if you please"
Yeeooo, standin at the crossroad
tried to flag a ride
ooo ooo eee
I tried to flag a ride
Didn't nobody seem to know me babe
everybody pass me by
Standin at the crossroad babe
risin sun goin down
Standin at the crossroad babe
eee eee eee, risin sun goin down
I believe to my soul now,
Poor Bob is sinkin down
You can run, you can run
tell my friend Willie Brown
You can run, you can run
tell my friend Willie Brown
(th)'at I got the croosroad blues this mornin Lord
babe, I'm sinkin down
And I went to the crossraod momma
I looked east and west
I went to the crossraod baby
I looked east and west
Lord, I didn't have no sweet woman
ooh-well babe, in my distress


Pero como el diablo no es santo, y por lo tanto no puede hacer milagros, lo que la leyenda no cuenta es que Robert estuvo durante por lo menos dos años encontrando y creando su estilo. Todo empezó cuando a sus 18 años la vida le dio un revés definitivo, se murió su mujer dando a luz al que hubiese sido su primer hijo. Así que cansado de que no le tomaran enserio como bluesman, decidió regresar en busca de sus raíces al pueblo en donde había nacido, Hazlehurst – Mississippi. Allí logró vivir del amor de una mujer viuda y rolliza. La enamoró y garantizó su existencia, para dedicarse a su verdadera obsesión, tocar la guitarra.

Empezó yendo casi todas las noches a casa del principal músico del pueblo, Ike Zinnerman para aprender los trucos con los que engendraría su estilo. De vez en cuando se le vio recogiendo algodón, pero sobretodo pasaba el día escondido en un lugar del bosque, golpeando su guitarra, repitiendo una y otra vez las canciones y cosas que había sustraído de la lección nocturna y anotando canciones en un cuaderno. Cuando estuvo preparado comenzó a presentarse los sábados en la noche en los bares del pueblo, en donde cada vez era mejor aceptando, hasta decidió que era el momento y se escurrió por la carretera para comenzar a alejarse y no regresar jamás.

Su obsesión por la guitarra había empezado a los 7 años, cuando dejaba a un lado las faenas campesinas para perseguir a los principales músicos de la zona: Willie Brown y Son House. El primero le tenía cariño e intentaba enseñarle, el segundo lo despreciaba porque no soportaba su forma de tocar, decía que cuando tenía la guitarra en las manos lo único que sacaba era un ruido espantoso. Por eso cuando Jonhson se los volvió a encontrar unos años después y los sorprendió con su estilo, Son House decidió que tenía que haber hecho algún pacto con satanás para tocar la guitarra de ese modo y fue difundiendo la leyenda.

Jonhson empezó a vagar por los pueblos del Mississippi y luego de todo el sur de Estados Unidos. No satisfecho siguió la ruta del norte y las grandes ciudades, Memphis, San Louis, Chicago, Detroit, Nueva York, pasos fáciles, incluso llegó hasta Canadá. Nunca lo volvieron a ver quieto en un lugar, era lo que se consideraba un “Rolling Stone”. Su vida se convirtió en un deambular constante y sin un destino preciso. Dormido o despierto, durante el día o la noche, con resaca o cansancio, para adelante o para atrás, tomaba el primer tren que se atravesaba en el camino, como si huyera de algo.

Todo consistía en llevar su música y sorprender a los diferentes públicos. Su mano de dedos largos y delgados, su guitarra que sonaba como si fueran dos, su voz que podía cambiar de formas, sus ojos fijos que miraban como poseídos, era incapaz de quedarse en un solo lugar. Entre noviembre de 1936 y junio de 1937, grabó 29 canciones, algunas con dos tomas, que junto con dos fotografías, son el único testimonio que tenemos de su paso por este mundo.

A medida que la carretera se lo empezó a tragar, su personalidad se fue haciendo más esquiva y extraña, empezó a desentenderse de todo, viviendo cada vez de un modo más frenético. Si no bebía un solo trago, permanecía en un rincón, solo, en silencio. Cuando empezaba a beber, se comportaba como un demonio maniático y sin previo aviso huía del lugar en el que estaba tocando. Una mujer aquí una mujer allá, como si estuviera en una carrera por desprenderse de todo. Cualquier canción que escuchaba podía tocarla, no importaba el tipo de música. Eso si, protegía con mucho recelo de la mirada de todo el mundo su estilo y sus trucos, no quería que nadie le copiara. No dejaba que observaran su manera de tocar la guitarra, como si se tratara de un secreto sagrado. Quería ser en su música y lo sacrificó todo por ella, hasta su alma.

Ese deambular absurdo se convirtió en su modo de vida, y si decidía que quería quedarse en un pueblo unos días, ya tenía un modus operandi: elegía a una mujer solitaria no muy agraciada, la seducía y se iba a vivir con ella. Garantizaba comida, cariño, cuidados y un lugar estable al cual siempre volver. Y como esto no podía durar para siempre en Three Forks, un estadero de carretera, cometió el error. Se enrolló con una mujer casada, vigilada por su marido celoso, que no era nada más ni nada menos que el dueño del local.

Un sábado en el que el Three Forks estaba lleno, recibió una botella de whisky destapada, el músico que esa noche tocaba con él se la quitó de las manos y la reventó contra el suelo.
- Tio, nunca bebas de una botella que está abierta. No sabes lo que pueda tener dentro.
- Tio, nunca vuelvas a tumbar una botella de whisky que esté en mis manos.
Así que trajeron otra botella y nadie le impidió beber. Era una buena noche, había fiesta y todos estaban bailando, nadie se dio cuenta cuando Robert tuvo que dejar de cantar, la armónica y la voz de su acompañante le encubrieron. De un momento a otro simplemente dejó la guitarra a un lado y salió, estuvo el resto de la noche y los otros tres días que le quedaban de vida delirando su envenenamiento. Murió el martes 16 de agosto de 1938, a sus 27 años, (coincidencia, la edad en la que también murieron Hendrix, Janis y Morrison) y fue enterrado a un lado de la carretera, como si se cumpliera lo que profetizo en su canción, Me and ther Devil blues:

You may bury my body
Down the highway side
Baby, I don´t care where you bury my
Body when I´m dead and gone
You may bury my body, ooh
Down by the highway side
So my old evil spirit
Can get a Greyhound bus and ride

Han intentado atraparlo y le han inventado todo tipo de lápidas, tumbas y monumentos a lo largo del delta del Mississippi. Pero parece que su espíritu se fugó en uno o varios autobuses, o mejor en lo que tenemos de su guitarra y su voz, que son la llama que alienta el rock.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Tres caminos hacia el fin

La llegada de los 70´s significó el final de la era hippie en muchos aspectos, no sólo la separación de los Beatles, sino la muerte de algunas leyendas sonadas: Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison. Sin embargo, poco se habla de sus últimos álbumes, de la música que nos dejaron y que de cierta manera significa el cierre del ciclo iniciado por la contracultura, que se hundida en el peso de su propio desencanto y que por la ley del mercado pasó a convertirse en la cultura.

Estas tres figuras llevaron hasta el límite su propia filosofía y fueron el sacrificio de lo que predicaban, el exceso, la vida al límite, la necesidad de probarlo todo, la creatividad, la psicodelia, la soledad, la muerte. Aunque no se puede negar que detrás de todo también estuvo la presión de la industria musical (en el caso de Jimi y Janis) y de la incomprensión. En el caso de Morrison, llegar al límite da la parodia de sí mismo y la necesidad de replantearse su vida, ese final (The end) tan anhelado que siempre lo acompañaba y perseguía, se lo llevó. En el caso de los tres no podía ser de otra forma, la necesidad de una muerte trágica para cerrar su leyenda romántica.
En sus últimos discos se veía un poco de la madurez alcanza que es el paso adelante para iniciar un nuevo ciclo. En el caso de Jimi Hendrix es un poco difícil decir cuál fue su última grabación debido a que le encantaban las improvisaciones, grabar varias tomas y realizar distintas pruebas (se dice que grabo el tema Gipsy Eyes 43 veces). Tomaremos como despedida su último disco editado en vida, Electric Ladyland (1968), en donde al fin pudo experimentar de la forma en que quería, haciendo versiones larguísimas de Voodoo Child y llevando a cuantos músicos se le iban cruzando en el camino al estudio para que improvisaran junto a él. Este caos en las grabaciones, llegó a desesperar su entonces representante Chas Chandler, hasta el punto de que renunció. Chandler, había sido el que había lazando la carrera del guitarrista, cuando lo escuchó tocar en vivo en el Café Wha, y decidió llevarlo a Londres y formarle una banda para que hiciera su música.

Por otro lado, el fin de los 60´s encontró a Janis, perdida, flotando en su propio satélite, coctel de sexo, drogas y vacio, más sola que nunca. Sus fans nunca le perdonaron haber abandonado a su grupo Big Brother, por hacer caso a sus representantes que decían que los músicos que componía a la banda carecían de talento y estaban frenando su desarrollo como cantante. Se consideró que había traicionado su filosofía hippie para caer en los trucos del mercadeo. Dígase lo que se diga, no se puede negar que Pearl (1971), su último álbum refleja todo su estilo, esta más cargado de blues y tristeza que ninguno, muestra toda su fragilidad, desamparo, rabia, su sexualidad y desazón. En este disco se encuentra una de las canciones que se han convertido en un himno del rock, Me and Bobby MCGee y cuyo coro, como se dice, lleva implícito el epitafio de la cantante y de toda su época: “Freedom is just another word for nothing left to lose” (que yo lo traduzco como: la libertad no es más que otra forma de decir nada que perder).
Janis reinventó su propia belleza, con una personalidad explosiva llena de energía y furor, además de algunas gotas de amargura y dulzura; lo contrario a la gordita llena de granos que la hizo sentirse una rechaza en la escuela. En la escena hippie apareció con sus disfraces estrafalarios y su sexualidad libre, cargada de frases provocadoras como: “canto como si estuviera follando y follo como una forma de liberación”. Sin embargo, esa libertad sexual no deja de reflejar esa soledad y falta de entendimiento que le dan los tintes lastimeros y dramáticos a su imagen con frases como “en el escenario le hago el amor a 25.000 personas y luego me voy a casa sola”, entre más daba menos recibía, toda su entrega y su angustia, su vulnerabilidad y dolor se ven ahí reflejados.
Hendrix por su parte vio atosigado su talento y sus ganas de experimentar por una serie de presiones externas. Por un lado mercantiles, de seguir con formulas comerciales y por otro lado políticas, los grupos de auto afirmación negros lo presionaban para que tomara un actitud más combativa, aunque él se declaraba apolítico y que no veía ninguna diferencia entre los colores de la piel. Estas presiones y su imposibilidad de decir no, lo fueron acorralando y lo metieron cada vez más en su propio mundo. Se sumergió en el estudio, lejos de ese ambiente, buscando salir en las improvisaciones, reventando su rabia en distorsiones, en sonidos amplificados y efectos eléctricos.
Por su parte Morrison, una vez conseguido el éxito y los dólares con lo que habían soñado junto con Ray Manzarek cuando decidieron formar The Doors, prefirió alejarse de un estrellato que se deshacía en la nada como un meteorito. Cansado de unos espectáculos en vivo que habían roto con la capacidad de improvisación escénica que había mostrado en un comienzo, para culminar con la imagen patética de un Dionisio que se arrastraba borracho y que no conseguía otra forma de atraer y chocar al público que mostrar su pene (que quizá era parte de su filosofía de provocación y de romper los límites). Sin embargo, el chistesito le salió caro y el puritanismo norteamericano aprovechó para caerle encima y estuvo a punto de parar en la cárcel. Esta persecución legal llevó a que replanteara su carrera; no cayendo como Janis en los trucos de la industria, que lo invitaron a abandonar la banda y formar una nueva con músicos más experimentados, a lo cual Morrison contesto con un rotundo No; si no preparando su despedida.


El último álbum de The Doors, L.A Woman (1971) muestra su estilo correoso lejos del exceso dramático de los otros discos y retornando a las raíces bluseras. Demuestra la madurez que da paso al fin de una etapa, como se puede ver en la carátula del disco en donde aparece un Morrison barbudo. Varias de las canciones ya van sonando a despedida, por ejemplo el estribillo de Been down so long, que dice: “he caído tan bajo que a mí me parece como si estuviera arriba, porque no, ustedes, gente, me dejan libre”. Una vez grabado el disco Morrison decidió darle un vuelco a su vida, alejarse de la parafernalia del mundo del espectáculo y pasar desapercibido en Paris, dedicándose a escribir sus poesías, como tanto había esperado, aunque no pudo escapar del fin.
Jimi Hendrix murió el 18 de septiembre de 1970, ahogado en su propio vómito después de consumir un exceso de barbitúricos. Janis Joplin, casi un mes después, el 4 de octubre de 1970, por exceso de heroína. A Morrison lo encontraron el 3 de julio de 1971, flotando exánime en una tina en su departamento de Paris, debido a un paro cardiaco.
En algunos casos se ha especulado con el asesinato, pero suelen ser extrañas ideas paranoicas. ¿Suicidio? ¿Accidente? era parte del juego, del límite, del exceso. De andar por la cuerda floja, de estar en el filo de la auto destrucción. Era la vida frenética y desesperada, unida a la desazón. Acorralados por la desilusión de un mundo externo que quería limitar sus posibilidades creativas a la vez que había convertido su personalidad en la de figuritas del espectáculo. Los tres vivieron una juventud solitaria y creativa, los tres pensaron que habían encontrado el camino para expresar todo lo que tenían entremezclado en sus tripas. Los tres nos dejaron grandes discos que hablan mucho más que cualquier otra cosa de su época y de las vías de expresión que encontraron. Es una coincidencia que los tres murieran a los 27 años, la misma edad en la que murió Robert Johnson, (pero de él hablaremos más adelante). Hendrix, Janis, Morrison, murieron en su ley, alcanzaron la tan anhelada libertad a su manera, lejos de la resaca final de los 60´s, su música sigue siendo emblemática y significativa.